MACARENA 1995-1996
Rosita I. Lastimosamente no tengo muchas fotos de este Ocelote (Leopardus pardalis), el cual habia sido regalado por alguien en el pueblo a uno de mis colegas en el campamento para tratar de rehabilitarlo y liberarlo. Hasta donde creímos era una hembra, pero hasta que estuve en el campamento no estábamos seguros pues estaba muy joven. Cuando nuestro colega la trajo era relativamente pequeña y en los meses que estuvo con nosotros ganó bastante peso, no menos de 6-8 libras. Era la entretención del campamento durante el curso de campo de diciembre 1995, pues le encantaba chupar dedo y se amarraba al brazo de quien le diera a chupar dedo. En un principio le alimentábamos con biberón, pero pronto empezó a comer de todo. Entre las cosas mas curiosas que solía hacer Rosita resulta que le encantaba saltar encima de los toldillos y cazar polillas de gran tamaño, las cuales se comía con gran gusto. Recuerdo una vez que cazo una pequeña musaraña (Marmosa sp. o Marmosops sp.) y la trajo al campamento. Estuvo jugando con la musaraña casi mas de una hora y debido a que no la mataba ni se la comía, decidimos jugar el papel de Di-s y le quitamos la musaraña. (continúa...).
© Juan Verhelst
Rosita II. (continuación...) Recuerdo que la pusimos en una rama de un arbusto de no mas de 1.5 m y el animalito estaba tan traumado de haber experimentado casi la muerte que no se movió en par de minutos, finalmente saltó y se fue. Después de esto, creo que pasamos unos días un tanto paranoicos en el campamento de imaginar la posibilidad que los jaguares pudieran hacer similar con algo mas grande como un ser humano, obviamente no había mas que tomar machete en mano y salir al campo. Rosita tenia también la mala costumbre de enterrar pescados que se le regalaban y sacarlos después de varios días y comérselos cuando estaban algo pútridos. Obviamente después de hacer una de estas, llegaba al campamento a pasearse, pedir de chupar dedo y el hedor era imposible. Muchas veces le gustaba llegar 1, 2 ó 3 am en la madrugada a ronronear en los toldillos, despertando al paciente de turno para pedir ser consentida y chupar dedo. Muchas veces terminó siendo lanzada par metros de manera no muy agradable, lo peor era que era absolutamente insistente, casi imposible!
© Juan Verhelst
Rosita III. (continuacion...) Poco a poco Rosita se volvió mejor cazadora y mas agresiva. Una mañana la vimos cazando una culebra de no menos de dos metros y se la comió entera o casi entera, los gases que tuvo ese día eran terriblemente fétidos. Hay un refrán popular que dice 'peor que peo de tigre después de haber comido culebra', y bueno ese día supimos que si era verdad! Poco a poco empezó a jugar con nosotros lanzándose a nuestras piernas desde atrás como si fuéramos su presa, algo que no siempre era chévere si lo hacia justo a la hora de ir al río a bañarse, pues los aruñones podían ser algo dolorosos. En otra oportunidad llegó con una chucha (Didelphis marsupialis) que la doblaba en tamaño y que debe ser un animal agresivo si se siente amenazado. Creo ese día supimos que nuestra mascota ya era un(a) Ocelote rehabilitado y capaz de vivir en la selva. Después de haber dejado los campamentos a principios de junio, creo que lo último que supe de a través de una de mis colegas fue que había empezado a visitar menos el campamento hasta que no la vieron mas o quizás que la habían liberado en otra zona pues ya no se la aguantaban en el campamento!
© Juan Verhelst
Callicebus. Esta fue la razón por la cual tome las fotos de Rosita. Estaba en el campamento, preparándome para salir, cuando me pareció escuchar unos gritos a lo lejos. En algún momento me asuste pues parecía que eran dos de mis colegas que estaban en problemas. Salí rápidamente a ver que pasaba, y las encontré a no mas de 5-10 minutos del campamento. Rosita las había seguido y se había subido a uno de los arboles cerca de los Callicebus sp. que ellas estudiaban. Los micos estaban paralizados del susto y solo emitían su vocalización de alarma, mientras mis colegas le gritaban y tiraban palos a Rosita para evitar que fuera a matar alguno de los individuos de ese grupo. Allí le tome las fotos a Rosita, luego me subí al arbusto y me toco jalarla de la cola para bajarla; casi no puedo pues se aferraba con sus garras al árbol y al final me aruño un poco. Sin embargo, nunca fue agresiva o trato de morderme, creo que definitivamente nos quería bastante. En todo caso, la emergencia finalmente paso y mis colegas contaron un día mas con ese grupo de micos para sus estudios. Sin embargo, después de eso Rosita tenia que ser entretenida en el campamento mientras ellas salían al campo para no ser seguidas.
© Juan Verhelst